En una luminosa mañana de primavera, Madrid se convirtió en escenario de un gesto tan delicado como poderoso. La princesa Amalia de los Países Bajos, heredera al trono neerlandés, inauguró este 7 de abril un jardín de tulipanes en la emblemática Plaza de Oriente, un regalo floral cargado de simbolismo con el que quiso agradecer a la capital española la hospitalidad y discreción ofrecidas durante un periodo excepcional de su vida.
Con tan solo 21 años, Amalia de Orange ha protagonizado una historia digna de novela contemporánea: en 2023, y bajo el más estricto secreto, residió en Madrid tras ser blanco de amenazas por parte de un grupo de crimen organizado en su país natal. Fue aquí, lejos de los focos y las tensiones, donde encontró refugio, serenidad y una oportunidad para continuar sus estudios universitarios en Políticas, Psicología, Derecho y Economía de manera remota, desde la Universidad de Ámsterdam.
La revelación de su estancia no se conoció hasta abril de 2024, cuando su padre, el rey Guillermo Alejandro, durante un banquete de gala ofrecido por los reyes Felipe VI y Letizia en los Países Bajos, desveló emocionado que su hija había vivido en España durante un año. El secreto fue guardado con celo, incluso por la propia Casa Real española, en un acto de complicidad institucional. No en vano, el rey Felipe es padrino de la princesa.
El jardín inaugurado este lunes —conformado por más de 7.000 tulipanes plantados en noviembre por el embajador neerlandés Roel Nieuwenkamp y el alcalde madrileño José Luis Martínez-Almeida— se ha convertido en un símbolo de gratitud, memoria y belleza compartida entre dos naciones unidas por la empatía y la diplomacia silenciosa.
“Madrid es una segunda casa para mí, especialmente en un tiempo tan difícil en Holanda”, expresó Amalia en un fluido castellano, dejando ver no solo su gratitud sino también el cariño sincero que guarda hacia la ciudad. “Queremos agradecer a todo el mundo que ha asegurado mi seguridad y bienestar aquí”, añadió, con emoción contenida.
La joven recorrió el jardín acompañada por el alcalde, quien, visiblemente emocionado, elogió su gesto: “Estamos muy orgullosos de haber podido echar una mano en tiempos difíciles para la princesa y de que haya podido considerar Madrid como su hogar. Nos conmueve este regalo que perdurará en el tiempo”, afirmó Martínez-Almeida, al descubrir junto a la princesa la placa conmemorativa que reza: “Muchas gracias por mi tiempo en Madrid. ¡Disfruten de los tulipanes!”
El evento, organizado con máximo hermetismo por motivos de seguridad, sorprendió tanto a la prensa como a los ciudadanos. Hasta pocas horas antes, la participación pública de la princesa era incierta. Sin embargo, Amalia hizo acto de presencia bajo estrictas medidas de protección, desafiando las especulaciones y reafirmando su deseo de agradecer personalmente el acogimiento que recibió en la capital.
La conexión de Amalia con Madrid trasciende lo protocolario. En noviembre, ya había dejado entrever sus sentimientos a través de una carta leída por el alcalde durante la ceremonia de plantación de los tulipanes: “Debido a unas circunstancias especiales, tuve el privilegio de residir un año en vuestro bello Madrid. La calidez con la que fui recibida propició que considerase Madrid mi casa durante un tiempo.”
El gesto de la princesa, más allá de su delicadeza floral, es una muestra de diplomacia emocional, de esos raros actos en los que la realeza se vuelve cercana y humana. En cada pétalo de tulipán que ahora adorna la Plaza de Oriente se esconde una historia de resiliencia, confianza y profundo agradecimiento.
Con este jardín, Amalia de Holanda no solo deja una huella en la ciudad que la acogió en silencio, sino que también siembra un lazo de fraternidad entre los pueblos, uno que florece —como sus tulipanes— en la tierra fértil del respeto mutuo y la generosidad.
Por siempre, Madrid. Y, ahora también, por siempre, Amalia.
Fuente: Portada: Chema Moya (EFE)