En medio del brillo imperturbable que suele envolver a las grandes estrellas, hay instantes en que la vida se impone con una crudeza que sobrepasa toda fama. Esta semana, Rihanna —ícono global de la música, empresaria de éxito y madre en plenitud— ha sido golpeada por una de las pérdidas más personales y silenciosas de su vida: el fallecimiento de su padre, Ronald Fenty, a los 70 años, tras una breve pero devastadora enfermedad.
La noticia, confirmada por medios como People y TMZ, ha conmovido profundamente a los seguidores de la artista barbadense, especialmente tras la publicación de imágenes de su hermano Rajad llegando al Centro Médico Cedars-Sinai de Los Ángeles. Aunque Rihanna no fue captada por las cámaras, fuentes cercanas aseguran que ella también se encontraba allí, acompañando en los últimos momentos al hombre que, a pesar de los años de distancia y desencuentros, le dio la vida.
Una historia marcada por el conflicto... y el reencuentro
Ronald Fenty fue, durante años, una figura compleja en la vida de Robyn Rihanna Fenty. Sus adicciones, sus comportamientos violentos con Monica Braithwaite —madre de la cantante— y su posterior aprovechamiento del nombre de su hija para fines económicos, desgastaron hasta el límite los lazos familiares. En 2019, la artista llegó incluso a interponer una demanda legal contra él. Y sin embargo, entre las sombras del pasado, existió también un resquicio para la reconciliación.
En una entrevista concedida por Ronald en 2023, el ex vendedor de ropa y padre de seis hijos se mostraba emocionado por la maternidad de Rihanna junto al rapero A$AP Rocky. “Estoy más que feliz por ella”, declaraba, revelando una ternura que durante años pareció estar ausente.
Ese delicado hilo que aún los unía ha quedado en evidencia en sus últimos días: Rihanna, embarazada de su tercer hijo y profundamente reservada con su vida personal, no dudó en acudir al hospital para despedirse. Un gesto de humanidad, de compasión y, quizás, de perdón.
El silencio como escudo
Fiel a su estilo, ni Rihanna ni sus representantes han emitido declaraciones públicas sobre la pérdida. El duelo se vive, como tantas veces en su trayectoria, desde la intimidad más absoluta. No obstante, quienes conocen a la intérprete de Lift Me Up saben que cada elección suya —incluso la de callar— lleva consigo un poderoso significado.
En su natal Barbados, donde la familia Fenty vivió en un modesto bungalow que hoy lleva el nombre de “Rihanna Drive”, la muerte de Ronald Fenty representa el cierre de un capítulo lleno de cicatrices, pero también de resiliencia. Porque si hay algo que ha definido a Rihanna, más allá de los premios y los récords, es su capacidad de sobreponerse a las heridas del pasado.
Una pérdida que trasciende lo biográfico
Aunque la historia entre padre e hija no fue fácil, la muerte de Ronald marca un antes y un después en la vida de la artista. En palabras que alguna vez compartió a Vogue tras una decepción familiar: “Creces con tu padre, lo conoces, eres parte de él, por Dios. Y entonces hace algo tan extraño que no puedes ni comprenderlo”.
Hoy, esas palabras resuenan con una nueva luz. Porque en el dolor, en la despedida, y en ese último adiós que Rihanna le ha brindado en silencio, hay un acto de amor que trasciende las heridas.
Un luto que humaniza a la estrella
Rihanna —la magnate, la compositora, la diseñadora, la mujer que redefine el éxito en cada paso— se encuentra, en este momento, bajo el mismo manto de vulnerabilidad que cubre a millones cuando pierden a un ser querido. Su duelo es también un recordatorio de que, incluso detrás del glamour y la gloria, late un corazón que sufre, que perdona y que honra.
En tiempos donde lo efímero domina, este instante revela lo esencial: que ninguna estrella está demasiado lejos de su historia, ni demasiado alta para llorar la pérdida de un padre.