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Gerard Depardieu: El Crepúsculo de una Leyenda entre la Gloria y la Infamia

Durante décadas, Gérard Depardieu encarnó el alma dramática del cine francés.

Monumental, pasional y versátil, era el emblema de una cinematografía que se enorgullece de sus contradicciones: el arte elevado con raíces en lo popular, la belleza en lo salvaje. Pero el ícono ha caído. Y su caída no es solo judicial, sino moral, cultural y simbólica. El martes, un tribunal de París puso fin a un prolongado capítulo de impunidad al declararlo culpable de agredir sexualmente a dos mujeres en 2021 durante el rodaje de la cinta Les Volets Verts (Las Persianas Verdes), imponiéndole una pena suspendida de 18 meses de prisión y una multa de 29.040 euros, además de incluir su nombre en la base nacional de agresores sexuales.

El veredicto llega en un momento de aguda reflexión en Francia. El movimiento #MeToo, que durante años pareció encontrar resistencia cultural en el país del amor libre y los íconos intocables, finalmente ha comenzado a sacudir los cimientos de una industria que por décadas protegió a sus figuras, incluso cuando las sombras eran imposibles de ignorar.

Del Olimpo a la oscuridad

A sus 76 años, Depardieu ha sido más que un actor; ha sido una institución. Nominado al Oscar en 1991 por Cyrano de Bergerac, con más de 250 películas a cuestas, su nombre era sinónimo de intensidad actoral y de un cierto romanticismo indomable. Pero en el juicio celebrado en marzo, lejos del esplendor de la pantalla, emergió otro rostro: el de un hombre acusado de usar su fama como escudo para el abuso.

Las declaraciones fueron desgarradoras. Amélie K., una decoradora de 54 años, relató cómo fue arrinconada en un pasillo estrecho por Depardieu, quien la inmovilizó con su cuerpo, le tocó los pechos y el área púbica, y profirió comentarios de contenido sexual explícito. La segunda denunciante, una asistente de 34 años, afirmó que Depardieu le manoseó los senos y las nalgas en múltiples ocasiones.

El actor, ausente el día del fallo, negó todas las acusaciones. Reconoció haber usado un lenguaje vulgar y haber tocado a una de las mujeres durante una discusión, pero insistió en que su comportamiento no fue sexual. Su defensa ha apelado, y el proceso legal continúa. Pero en términos de reputación, el daño está hecho.

Un símbolo de transición cultural

Este caso no es simplemente el juicio de un hombre, sino el juicio a una época. Una Francia que durante décadas celebró la figura del bon vivant seductor, incluso cuando esa seducción se tornaba coercitiva, hoy se ve obligada a reconsiderar los límites de la permisividad. El juez Thierry Donard, al dictar sentencia, subrayó las contradicciones en el testimonio del actor y la fuerza probatoria de las víctimas, quienes fueron corroboradas por testigos.

Las palabras de la abogada Carine Durrieu-Diebolt, representante de la escenógrafa, resumen el alcance social del fallo: “Es la victoria de dos mujeres, pero también la victoria de todas las mujeres. Hoy esperamos ver el fin de la impunidad para los artistas en el mundo del cine”. Y no deja de ser irónico —o profundamente simbólico— que esta sentencia haya coincidido con la inauguración del Festival de Cannes, un templo del cine donde tantos silencios han sido cómplices.

El debate que divide generaciones

El juicio a Depardieu ha revelado además una brecha generacional en la percepción del abuso y el consentimiento. Mientras que nuevas generaciones y movimientos feministas aplauden la decisión judicial como un avance histórico, figuras de la vieja guardia, como Brigitte Bardot, han defendido al actor. “Los que tienen talento y manosean a una chica son arrojados a la cuneta”, dijo Bardot, resumiendo una postura que muchos ya consideran anacrónica, incluso ofensiva.

Este conflicto generacional pone de relieve una transformación social en curso: una Francia que empieza a mirar con otros ojos a sus ídolos, a desmitificar los encantos del poder, y a exigir responsabilidades incluso a sus gigantes.

¿Y ahora, qué queda?

Depardieu enfrenta aún una denuncia por violación interpuesta por la actriz Charlotte Arnould en 2018, un caso que continúa activo y podría llegar a juicio este año. A pesar de las más de 20 acusaciones públicas o formales en su contra, este ha sido el primer caso en llegar a los tribunales con una sentencia firme.

Así se cierra —o se comienza a cerrar— el telón de una de las figuras más complejas y contradictorias del cine europeo. Gérard Depardieu fue durante medio siglo una especie de dios terrenal para la cultura francesa. Hoy, su imagen se resquebraja como un busto antiguo: aún imponente, pero ya quebrado en su base moral.

Y con él, se resquebraja también la indulgencia de una industria que por demasiado tiempo confundió el talento con la inmunidad.

Fuente Foto Portada: "Gérard Depardieu sale del tribunal penal de París el 24 de marzo de 2025", Julien De Rosa/AFP/Getty Images

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